Los dibujos de Alan Glass de la década de 1950 son como remolinos de humo a punto de adquirir forma sólida, como rocas que cobran vida y se metamorfosean, como plantas y animales que se entremezclan, sus ramas y extremidades, sus ojos y zarcillos que buscan nuevos caminos. Entre 1954 y 1962, Glass utilizó un bolígrafo de reciente invención para crear dibujos extraordinariamente intrincados y detallados, utilizando variaciones de presión y densidad para evocar formas exuberantes y espesas, ligeras y abarrotadas, con la apariencia de materia inerte que cobra vida. Entre los varios centenares de dibujos que Glass produjo, hay algunos en los que utilizó tal abundancia de tinta que los dibujos casi adquieren la textura de pinturas.
-Kristoffer Noheden